lunes, 28 de abril de 2014

Capítulo 35: Despegando.

10 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Ya sin el disgusto del día anterior, y quién sabe si para demostrarme su renovado valor, Anne y Clara me invitaron a acompañarlas a tirarse en ala-delta. Hoy era su último día en Río, debían tomar un bus por la tarde hacia Paraty y querían tener la experiencia de observar a vista de pájaro ésta maravillosa ciudad.

- Aritz, ¿no te animas a tirarte?
- Ni de coña me tiro yo...
- Los de Bilbao le tenéis pánico a todo...
- A todo no, sólo a que el Athletic baje a segunda división... y yo personalmente al mito de Ícaro.

Vino a recogernos un taxi de la agencia y nos llevó a la playa de Sao Conrado, a los pies de la Pedra da Gávea. Tras firmar unos cuantos formularios en una oficina y preparar los bártulos, nos subieron en coche hasta arriba del morro, donde estaba todo el tinglado, la rampa de lanzamiento y todos los instrumentos de medición del viento, etc... Pregunté y me dijeron que eran unos 500 m. de caída libre. Miré a mis amigas danesas, quienes daban saltitos de excitación, muy sonrientes ellas... El mundo está loco, loco, loco...
Se tiraron sin vacilación, confiando ciegamente en el piloto-monitor que manejaba el aparato y las mantenía sujetas a las estructuras planeadoras. Quizás sea ese el punto que a mi me cuesta superar: no me agrada el hecho de que sea otra persona quien me guíe, quien tenga mi vida en sus manos, que no sea yo quien tenga las riendas de mi futuro... Y quizás sea por eso mismo que me encante tanto conducir vehículos.
Ya abajo, Anne y Clara me relataron su experiencia alucinante, todavía con el subidón de adrenalina en el cuerpo. Yo también tenía cierto subidón del mismo tipo: el chófer que me transportaba de vuelta bajó a toda leche por la retorcida y empinada carretera, esquivando a diestro y siniestro mientras se liaba un canutillo con las dos manos...
Sea como fuere, fue una bonita experiencia junto a mis amigas y esa misma tarde nos despedimos con un beso y un gran abrazo y la promesa de volvernos a encontrar por el camino a ser posible y si no, por Europa.







Capítulo 34: Que el cielo caiga sobre nuestras cabezas.

9 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Los días nublados y frescos son un poco lata en Río. Es una ciudad hecha para el calor. 
Como todos los días, nos preparan el desayuno en la gran terraza del hostel. Leche, cacao o café, sandwitches de jamón y queso -que convenientemente yo guardo para consumir a media mañana- y un par de piezas de fruta. Normalmente me como una manzana y media banana. La otra media se la damos de comer a los numerosos monos macacos que se acercan por el árbol a ver si pueden pillar cacho. Es divertido verles la cara de cautela con la que se acercan a por los trozos de fruta.
Acompañé a Anne y Clara a un centro comercial cercano. Allí debían sacar dinero en un cajero y, al parecer, Anne tuvo algún problema: su tarjeta le daba error. La pobre chavala tenía un disgusto encima bastante grande, entre acojonada y furiosa. Intenté tranquilizarla contándole mi experiencia de los primeros días en Brasil y que todo se solucionó contactando por mail con el banco. Me hizo gracia el hecho que éstos días en Río ellas han tenido experiencias "peligrosas", como lo puede ser adentrarse solas en una favela. Al final fue una agradable peripecia porque la gente fue muy amable y amigable con ellas, pero a priori la sóla idea de ir allí le hubiera supuesto a cualquiera adoptar una actitud cuanto menos de vigilancia. Pero a ellas no, y es admirable. Por eso el que un pequeño problema con la tarjeta de crédito la asustara tanto me pareció un tanto divertido.

- Hey Anne, pensaba que a los vikingos no les asustaba nada en el mundo...
- Bueno, sólo la bancarrota...

Ésta loca idea la saqué del cómic "Asterix y los Normandos", en el que una expedición de nórdicos desembarcan en la aldea del héroe galo buscando algo desconocido para ellos: el miedo.





sábado, 26 de abril de 2014

Capítulo 33: Cabalgata con las walkirias.

8 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Sin resaca apenas, me dispuse para ir al Corcovado con Clara, Anne y Felipe, quién se apuntó a la excursión. Tomamos un bus hasta la base del monte y allí tuvimos que sortear a diestro y siniestro que nos intentaba vender su "tour" hasta la cima. Pretendían inculcarnos la idea de que había mucha distancia hasta arriba y que no había más transporte que el suyo, pero era demasiado evidente que pagar 40 R$ por ello no dejaba de ser un sacacuartos para los turistas. Les dije a mis compañeros de excursión que subiéramos andando y que por el camino podíamos parar un taxi. Emprendimos la subida y las primeras rampas eran durísimas; largas y mucha pendiente, así que a Clara se le ocurrió la brillante idea de hacer auto-stop. El resultado fue asombroso: el primer vehículo que pasó se detuvo. Quién se va a resistir a 2 jóvenes nórdicas con pantalón corto... 
El ricachón del 4x4 que nos paró nos subió 5 km. Los 4 km restantes eran mucho más suaves y el camino era muy hermoso, con preciosas vistas durante todo el trayecto que anduvimos tranquilamente.
Desde arriba del todo, ya en la estatua del Cristo Redentor -impresionante sus 38 m. de cemento- se ven las mejores vistas de Río de Janeiro, sin duda alguna. Te quedas tan anonadado con el espectáculo visual que se te pasa el tiempo y sigues allí embobado admirandolo todo. La ciudad más bella del planeta, tampoco hay dudas.
Para bajar de allí, regateamos con un taxista, y una vez abajo tomamos un bus a Copacabana. Aunque no hacía el tiempo idóneo para el baño, sí nos deleitamos con una caipirinhas en la playa. Después, regresamos por la arena, jugando con una pelota que encontramos.

















viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 32: Rompiendo el hielo.

7 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Otro día más de lluvia en Río, pero ésta vez la temperatura bajó bastante, como a 16º, por lo que hacía fresquito y tocaba inventarse cómo pasar la jornada. 
Poco a poco me había ido ganando la confianza de mucha gente a mi alrededor en el hostel Río Nature, así que al menos charla con cualquiera de ellos estaba garantizada. A día de hoy, éste grupete de personas lo conforman: Joanna, de quien ya he hablado de ella; Estella, con quien Suso tiene una relación "especial"; Fer, Bruno, Felipe; los catalanes Ruben, Jose y su esposa brasileña Mayra; una pareja de alemanes deportistas; Lee Wilson, un inglés del norte de 40 y pico tacos que flipa viéndome tocar la guitarra y con quien comparto devoción por el blues y Joe Bonamassa; y las dos danesas Anne y Clara. Con éstas últimas me llevo especialmente bien, sobre todo después de pasar hoy una noche muy divertida en la terraza bebiendo cerveza, fumando algo de maconha y compitiendo en un concurso de eructos.
Me han preguntado si he ido ya al Corcovado a ver el Cristo Redentor, y como Suso ha andado algo "ocupado" en sus ratos de ocio y a mí no me gusta ir sólo a lugares tan señalados, no he tenido todavía la oportunidad; así que hemos quedado para mañana ir juntos en excursión.






Capítulo 31: Viaje a ninguna parte.

6 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Hoy se cumple 1 mes desde que llegamos a Brasil, y desde Recife hasta Río hemos recorrido casi 3.000 km; en bus, eso sí. Y no queremos continuar el viaje de esa manera, así que había que ponerse ya en serio para comprar las motos aquí en Río de Janeiro. 
Tras varios intentos infructuosos llamando por teléfono a los números que teníamos de varios vendedores, nos cogió el aparato un sujeto que ponía una Honda Sahara 350 a la venta, justo el tipo de moto que yo busco. Quedamos Suso -quien me hacía de intérprete- y yo con él en ir a verla a su casa en Jardín Carioca, un barrio bastante alejado de Botafogo, al norte de la ciudad. Ya sólo el trayecto fue una aventura épica. Anécdotas por doquier: el tradicional chófer loco; que no se encontraba cómodo en su asiento e iba todo el trayecto jurando en portugués o hebreo, qué sé yo. Luego, circulando por una autovía, ibamos mirando por la ventanilla y en eso que en el sentido contrario observamos a un motorista rodar por el asfalto a gran velocidad, afortunadamente sin consecuencias graves. Más tarde, cerca del aeropuerto, un avión caza militar de los añor 40 cruza el cielo a pocos metros por encima de los capós. El autobús llegaba hasta el mismo aeropuerto internacional, y desde allí debíamos tomar otro hasta el barrio en cuestión. Mientras esperábamos allí, llega otro autocar del cual se baja una señora. Tal sería la empanada mental del chófer que cierra la puerta y se pira de allí a todo gas con la señora corriendo detrás al grito de "mis maletaaaaaaaas!!!". Imaginaros la putada si la señora debe tomar un avión en ese momento... 
Y todas éstas vivencias para ir a comprobar el desastre de moto que me intentaban vender: caja de cambios averiada, neumático trasero liso como el culo de un bebé, freno delantero inexistente, amén de numerosas partes oxidadas... Pues nada, seguiremos buscando.
A la vuelta, en vez de regresar directamente al hostel, paré en la zona céntrica de la ciudad, y estuve paseando por las inmediaciones de la Catedral de Río, que no es precisamente el clásico edificio gótico o barroco de turno, sino una estructura moderna y vanguardista, que recuerda más a la chimenea de una central nuclear que a un templo de culto religioso. De allí, conecté con el área de Lapa, la zona de marcha nocturna más concurrida de la capital carioca, pero que hoy domingo estaba libre de alboroto para andar entre los característicos arcos del simbólico acueducto blanco.





Capítulo 30: Morros y Fútbol.

5 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Hoy hice de guía para Felipe, el tipo colombiano de la noche anterior. Quería ir al Pan de Azúcar, y yo sabía ya el camino. Tras admirar de nuevo Praia Vermelha, me percaté de algo que no había visto en mi anterior visita con Suso: un paseo rodeaba la falda del distinguido promontorio, así que por allí nos encaminamos. Resultó que nos encontramos un sendero que conectaba con el paseo, el cual subía al Morro do Urca. Era un caminito estrecho, que ascendía bastante en vertical entre la vegetación y, al parecer, también transitado por algunos turistas que, como a nosotros, les parecía demasiado caro el teleférico. Hubo que subir casi casi escalando, apoyando bien los pies y, en algunos casos, asiéndose a las ramas y troncos de los árboles. En media hora y con la lengua fuera, llegamos a la cumbre del morro, donde pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares, a pesar del cielo nublado. Se podía observar toda la parte sur de Río de Janeiro: los barrios de Botafogo, Flamengo y Centro, gran parte de la bahía de Guanabara y, cómo no, el omnipresente Corcovado con su estatua del Cristo Redentor.
Felipe, como ya dije, es abogado y está en Río para conseguir que el padre de su sobrino dé el permiso legal para que éste lleve su apellido. Entre gestión y gestión, hace turismo por Río. Al bajar de allí, de nuevo en el paseo inferior, fuimos testigos de una situación insólita y perturbadora: venía una pareja de policías, con su uniforme de camuflage, y como a 20 metros antes de llegar a nuestra altura, va uno de ellos, saca la pistola automática de la cartuchera y la amartilla como si nada. Klik-klak, ahí en medio de la calle y sin motivo alguno... Nunca entenderé algunos sistemas nerviosos humanos.
Por la tarde, Suso y yo conocimos a unos nuevos huéspedes del hostel Rïo Nature: un catalán con su esposa brasilera y su primo. La pareja vivía en Brasilia y habían recibido la visita del familiar de él, y estaban viajando por Brasil en una Volkswagen Combi. Es tremendamente curioso el hecho que, cuando estás viajando y conoces a alguien, pasa muy poco tiempo hasta tomar confianzas. En éste caso, tras charlar con ellos animadamente, decidimos acudir a un partido de fútbol esa misma tarde, nada más y nada menos que en el mítico estadio de Maracaná. Jugaban el Botafogo contra el Gremio de Porto Alegre, pero eso era lo de menos. Llegamos en metro y ya desde fuera se veía espectacular. Pese a ser partido oficial del campeonato Brasileirao -la liga brasileña, para entendernos- las entradas costaban 40 R$ (unos 12€). Fué muy especial el momento en el que entramos al estadio y observamos el verde por primera vez. La lástima es que, siendo un estadio de casi 100.000 espectadores, éste sólo se llena cuando hay partidos de la canarinha. Hoy no había ni media entrada, contando la "torcida" rival. Pese a todo, disfrutamos de lo lindo estando allí, viendo cómo perdía "nuestro" equipo. Al final, Botafogo 0 - Gremio 1.












Capítulo 29: Tomando confianzas.

4 de Octubre 2014.
+00:00. Río de Janeiro.
20º.

Amaneció con una fuerte lluvia que duró casi toda la mañana, por lo que de nuevo tocó recluirse un poco en el hostel. Pero la principal novedad fue que he desperteado con 2 chicas rubias en mi cama. Concretamente una en la litera de al lado y la otra en la de debajo. Después me presenté y se presentaron: se llaman Anna y Clara y son de Dinamarca. La primera es alta y fuerte, la segunda más delicada, y ambas rondan los 20 años.
Ya después de comer, la lluvia amainó y acompañé a Joanna, la recepcionista chilena a una zona céntrica de Río, Uruguaiana, donde tiene lugar cotidianamente un enorme mercadillo. Como toda latina, Joanna es apasionada en sus relatos, lo que unido a sus 22 años de edad, la convierten en una mujer realmente simpática y desinhibida. Aunque trabaja en el hostel, quiere estudiar enfermería y su sueño es pintar murales. Charlamos largo rato mientras paseamos por las calles céntricas de Río de Janeiro, con degustación de tapioca -una especie de talo hecho con éste cereal, aderezado con trozos de banana y sirope de chocolate- y una cervecita en una terraza.
Regresamos en metro al hostel y durante la cena mantuve una charla con un inquilino de nombre Felipe y de nacionalidad colombiana. Abogado de profesión a sus 27 años, se encuentra en Río para solucionar una situación familiar.



miércoles, 23 de abril de 2014

Capítulo 28: Ipanema y Copacabana.

3 de Octubre 2013.
23:00, Río de Janeiro.
18º.

Hoy amaneció también algo nublado, pero la temperatura era buena, así que me aventuré yo solo a turistear un poco y tomé un bus a Ipanema. La idea era venir paseando desde allí, pasar también toda Copacabana -ya que las dos playas van seguidas una de otra- y regresar al hostel para la hora de comer.
En la parte izquierda de la playa de Ipanema hay mucho surfista, debido a la supuesta gran calidad de la ola en dicho lado. Sin ser un experto en la materia, debe ser un fenómeno muy cotizado entre la comunidad surferil, como la famosa "ola de Mundaka". Las dos playas, Ipanema y Copacabana, son bastante similares; al menos en cuanto a dimensiones: unos 4 km de arena en cada una de ellas, pero estéticamente quizás la primera sea más bonita; con el Morro do Vidigal al fondo, es una de las estampas más típicas de Brasil.
Realizado todo el paseo sin ninguna anécdota destacable, la siguiente actividad en el hostel ya después de alimentarse fue seguir recopilando algunos teléfonos de vendedores de motos que pude encontrar en internet. Por la noche, más sesión guitarrera con Fer, Bruno y compañía, ésta vez sin elemento mariano, que se alargó hasta bien entrada la noche. 







martes, 22 de abril de 2014

Capítulo 27: Fumando bajo la lluvia.

2 de Octubre 2013.
23:00. Río de Janeiro.
21º.

El día de hoy lo he pasado casi exclusivamente recluído en el hostel, salvo por alguna salido que he realizado para comprar vituallas, dado que el tiempo nublado y fresco no invitaba a salir de excursión. 
Sin embargo, lo positivo de éste tipo de días es que pasa uno más tiempo con gente en la misma situación y se van creando confianzas y amistades. Ahí está Joanna, la joven recepcionista chilena; el argentino Fer, siempre con su guitarra española; Bruno, un joven brasilero aficionado a la "maconha" -nombre que le dan por éstos lares a la marihuana- y a los chicos guapos; Estela, una viajera valenciana que está trabajando también en el hostel para poder seguir camino; y cómo no, el típico grupete de alemanes.
Por la tarde-noche, me junté con Fer, Bruno y los alemanes, quienes se encontraban en uno de los cuartos tocando la guitarra y dándole a los canutos. Ni qué decir tiene que acabé totalmente fumado, hasta el punto de no dar dedo con cuerda, así que opté por retirarme antes de que fuera a peor...


miércoles, 16 de abril de 2014

Capítulo 26: Reportero de guerra.

1 de Octubre 2013.
+01:00. Río de Janeiro.
25º.

Día de bastante calor hoy. Por la mañana quería poner en orden algunas cosas; tales como llevar la camisa blanca a una lavandería, hacer la colada con la demás ropa e ir al supermercado a por suficiente comida para cocinar éstos días aquí en el hostel, ya que preveémos una larga estancia aquí en Río. Hay computadora con internet gratis, así que estuve un buen rato apuntando números de teléfono de vendedores de motos usadas. 
Tras la comida mi intención era ir a las playas de Copacabana e Ipanema y pegarme unos baños en esas emblemáticas aguas, pero encendí un rato la TV justo cuando estaban echando imágenes en directo del centro de Río, donde tenían lugar protestas derivadas en disturbios por parte de policía y los profesores y alumnos en huelga, que aprovechaban una sesión plenaria en la Cámara Municipal para arreciar con sus demandas. Decidí dirigirme hacia allí para observar en primera persona la movida. En solitario, caminé todo Botafogo y Flamengo, hasta que llegué al centro después de casi 2 horas. Había un cordón policial al principio de la Avenida Río Branco con Rúa da Conceição, justo en la Praça Mahatma Gandhi. Al fondo de la Avenida se encontraba el ayuntamiento y los enfrentamientos con la policía militar. A pesar del mencionado cordón, uno podía pasar sin problemas por allí, incluso gente con la cara tapada lo hacía sin que a los agentes les importara lo más mínimo. Me dirigí hacia el meollo de detonaciones, botes de gas lacrimógeno y griterío, mojé el pañuelo de arrantzale y me lo até en el jeto para no aspirar los gases y empecé a grabar en vídeo con la cámara de mano. La táctica policial consistía simplemente en alejar a los manifestantes del ayuntamiento, y de vez en cuando realizaban alguna carga a manos vacías -sin porras, ni escudos, ni nada- para efectuar alguna detención aislada. No había rastro de presencia de efectivos de paisano. Vamos, una juerga comparado con las brutales actuaciones a las que ya estamos acostumbrados en Euskadi. Entre carga y carga, tuve una amigable conversación con 2 manifestantes que, por su edad, supongo eran estudiantes:

- Hola, ¿cuál es la naturaleza de éstas protestas?
- Pues que los políticos nos han subido el precio de los tickets de autobús para ir a las facultades. Se supone que la universidad es pública y si nos suben el precio del transporte ya no todo el mundo se va a poder permitir estudiar...
- ¿Y cuánto pagáis al año de tasas de universidad?
- ¿Tasas? ya te he dicho que es pública, aquí no pagamos tasas por estudiar, es un derecho federal...

Y yo pensando en lo que tiene uno que pagar al año de tasas en las universidades públicas en Europa...

- Oye, ahí delante parece que hay ostias... ¿os habéis fijado que hay policías ahí detrás también, no?
- Si... bah... esos no hacen nada si no les mandan, tranquilo. La policía aquí pasa de todo...

A los 2 minutos, el cordón de policías de la retaguardia se empiezan a alinear de cara a los manifestantes.

- Hey, cuidado que van a empezar una encerrona, yo que vosotros empezaba a correr pero ya...
- Jajaja... que no hombre, que esos no hacen nada si...

No pudo terminar de hablar cuando una avalancha de polis se vino por los 2 lados de la calle. Yo me escondí tras una valla publicitaria y la txakurrada pasó de largo. 

Instantes después me encontré con uno de los estudiantes con los que anteriormente charlaba:

- Tenías razón amigo, ¿de dónde eres?
- Soy de Bilbao, soy vasco.
- Jajajaja... de dónde si no... tú ya estás bien acostumbrado!!!
- Sí, así es... jajajaja.

Después de un par de horas de carreras y gritos, me dirigí a tomar un bus de vuelta a Botafogo casi muerto de risa. Es un decir...




Capítulo 25: La ciudad más hermosa del mundo.

30 de Septiembre 2013.
22:00. Río de Janeiro.
24º.

Desperté sobre las 07:30 en el bus, y todavía quedaban unos 300 km, unas 4 horas de viaje, para llegar a Río. Comenzaban a verse las curiosas formaciones rocosas típicas del área carioca. Por fin llegamos a Niterói, la ciudad situada al otro lado de la Bahía de Guanabara, frente a Río de Janeiro y cruzamos el larguísimo puente que la atraviesa. La emoción subió enteros cuando aparecieron el Pan de Azúcar y el Corcovado a lo lejos, los promontorios más famosos y distinguibles de la ciudad. Llegamos a la estación Rodoviaria de Río, que era un caos absoluto, y debíamos dirigirnos hacia el área Copacabana en un bus urbano en busca de un hostel. El trayecto hacia allí fue eterno, aunque el hecho de estar por primera vez en Río de Janeiro era suficiente aliciente para no rendirse al tedio. 
El buscar hostel fue una tarea harto complicada y cansada. Río es enorme, una de las ciudades más grandes y pobladas del mundo, y los hostels están bastante diseminados. Incluso si están en el mismo barrio, las distancias a pie son muy largas. Después de preguntar en un par en la zona de Copacabana, nos dirigimos a otro que encontramos por internet, que se encontraba en el barrio de al lado: Botafogo. Tuvimos que subir una rampa aterradora con las mochilas al hombro, luego una larga bajada y encontrar la calle. Al fin, dimos con el hostel Río Nature, emplazado en la ladera de una colina -o "morro", como los llaman aquí- donde las vistas son impresionantes cuando las nubes se retiran del Corcovado y aparece la figura majestuosa del Cristo Redentor. 
Nos instalamos, comimos y por la tarde fuimos a dar el ya típico paseo de reconocimiento por los alrededores. Llegamos por la orilla de la playa de Botofogo a la base del Pan de Azúcar, en Praia Vermelha -una preciosa playa chiquitita, donde hay un monumento a Chopin- , pero los tickets del teleférico hasta la cumbre eran de un precio prohibitivo, así que nos quedamos abajo admirando la playa y la plaza del General Tiburcio, en el barrio de Urca. Al no poder conectar desde allí directamente con la playa de Copacabana, pues hay un cuartel militar que lo impide, dimos la vuelta y llegamos desde Botafogo, cruzando unos largos túneles urbanos por la zona peatonal. Copacabana es una hermosa playa urbana, como La Kontxa en Donosti, la zona de ocio más referencial de la ciudad. Estaba anocheciendo cuando llegamos, así que tendremos que regresar para verla con más esplendor. 
De vuelta al hostel desde la playa, se produjo una de esas anécdotas entre compañeros de viaje: Suso se emperró en que dando un rodeo a un "morro" por la parte oeste nos llevaría menos tiempo, pero mi sentido brujular no lo veía así. Me retó a ver quién llegaba antes... Baste decir que por el lado este llegué en 30 minutos, previo paso por el supermercado, y aquí el Mr. Viajero Experto se perdió por una favela y un cementerio.
Redondeamos la jornada en la espectacular terraza del hostel, con unas birras con vistas al Cristo Redentor iluminado.











Capítulo 24: A Río.

29 de Septiembre 2013.
23:00. Bus Porto Seguro - Río de Janeiro.

Otro día de trámite. Nos limitamos a preparar la mochila, comer y buscar internet y una barbería donde raparme la cabeza y la barba, que al ser domingo no ha sido tarea fácil. Por la tarde nos dirigimos a la Rodoviaria. Esperamos al bus viendo un partido de fútbol del campeonato Brasileirao por la TV, y finalmente embarcamos rumbo a Río.


Capítulo 23: El Warm-Up.

28 de Septiembre 2013.
22:00. Porto Seguro.
22º.

El plan del día era alquilar una moto y realizar una excursión con ella por los alrededores. Me habían recomendado visitar las playas de Trancoso, el pueblo de Arraial d'Ajuda y Caraíva. Ésta última localidad la tuvimos que descartar, ya que está a 70 km de Porto Seguro y teníamos el tiempo limitado. Preguntamos en un par de sitios para alquilar y en uno nos ofrecían una Honda XRE 300 por 80 R$, una magnífica moto, grande y potente, pero nos decidimos por otra oferta en otro lugar con una modesta Honda CB 150, que costaba 60 R$ y nos podía llevar tranquilamente. 
Me puse al manillar, llevando a Suso de paquete y emprendimos el camino. Iba a ser un gran ensayo para cuando tuviésemos las nuestras propias. Para salir de P. Seguro había que tomar una balsa y cruzar un río. En la otra orilla estaba Arraial, pero fuimos directos a Trancoso tras unos 30 km dando un magnífico paseo. Trancoso tiene playas preciosas, pero ni comparación con Itacaré, en mi modesta opinión. De vuelta a Arraial, le dejé la moto a Suso para que practicara su pilotaje y estuve paseando por el pequeño casco histórico. La playa de Arraial también es fenomenal, pero poco más. De retorno a Porto Seguro, restaba casi una hora para entregar la moto, así que tras dejar a Suso en el hostel me fui a dar un rule por la zona norte, una zona llamada Praia Vermelha. Se trata de una larga recta, con playas a la derecha y resorts turísticos a la izquierda. En un punto había una fiesta, estaba todo repleto de gringos y muchos de ellos deambulaban por los márgenes de la calzada con claros síntomas de intoxicación etílica...
Mañana partimos hacia Río de Janeiro. Nos espera un viaje de 1.200 km y unas 20 horas, pero el bus no sale hasta las 16:30, así que habrá tiempo para ver algo más de Porto Seguro, seguro.








jueves, 10 de abril de 2014

Capítulo 22: Porto Seguro.

27 de Septiembre 2013.
22:00. Porto Seguro.
22º.

A las 06:00 nos levantamos, recogimos la tienda y nos dirigimos a la Rodoviaria a tomar el bus de las 07:15 hacia Porto Seguro, localidad turística a otros 300 km más al sur. Otro trayecto repleto de paradas, sin embargo ésta vez completamente por carretera asfaltada, pero aún así fueron 8 horas de viaje. Al arrivar nos dirigimos a pie y con las mochilas al Centro Histórico de la ciudad siguiendo los letreros, mas se trataba sólo de una zona pequeña con unas cuantas casitas y, dicen, la iglesia más antigua de Brasil. No en vano, las costas de Porto Seguro fueron las primeras en pisar por los conquistadores portugueses hace 5 siglos. Por lo tanto no había alojamientos allí y tuvimos que ir al núcleo turístico donde, tras varias vueltas, encontramos una pousada que nos hizo descuento tras regatear un poco.
Por la noche salimos un poco a respirar el ambiente nocturno, cenar y tomar unas carísimas caipirinhas.


miércoles, 9 de abril de 2014

Capítulo 21: El Edén.

26 de Septiembre 2013.
23:00. Itacaré.
24º.

La noche anterior, Branwen, una guapa sudafricana con la que charlamos, nos recomendó encarecidamente una playa de la parte norte de Itacaré: Praia Piracanga. Para llegar hasta allí había que cruzar un ancho río en barca y después caminar unos 6 km hacia el norte junto al mar por la arena de la costa. Fue muy divertido cruzar en la barca de madera de tronco, pero caminar durante 2 horas bajo el solazo tropical no es de las experiencias más amenas que recuerdo. Además ir con Suso es como ir con un muñeco de trapo: no habla, no sonríe, va pensando en sus cosas. Casi siempre tengo que ser yo quien "rompa el hielo" y diga algo ocurrente, pero sus respuestas siguen siendo tan lacónicas...
Cuando supusimos que llegamos al sitio, no parecía nada especial: seguía siendo la continuación de la playa por la que habíamos venido, pero nos dimos cuenta que, a espaldas al mar, tras las dunas, se atisbaba un pequeño poblado de cabañas con tejado de paja seca. Caminamos hacia allí y descubrimos una de las estampas más espectaculares en lo que llevamos de viaje: el poblado estaba inmerso en un bosque de cocoteros y un hermoso río de color coca-cola se anteponía, donde unos niños se divertían tomando un baño. Las riveras del río eran de arena finísima y blanca, y allí mismo plantamos las toallas y nos dispusimos a nadar. Aunque el nivel del agua llegaba sólamente a la rodilla, la temperatura era espectacular, unos 30-32º, ideal para mí. Estuvimos un buen rato allí disfrutando del baño y se me ocurrió cruzar el río para explorar el poblado. Cuando aparecí mojado y con el torso al aire por entre las cabañas, me dí cuenta de que algo no iba bien. La poca gente que allí había me observaba de forma extraña, como si fuera un alienígena o algo así. Con esa rara sensación me dí la vuelta y retorné a las toallas. Más tarde, en el camping, me informaron que aquel poblado era propiedad de una secta religiosa...
Retomamos el camino de vuelta, otros 6 km. Ésta vez fuí contando los pasos hasta el río que debíamos cruzar de nuevo: 7.500 zancadas. Llegamos donde el barquero, que se encontraba con sus hijas pequeñas tomando un baño en la ría y pregunté y podíamos esperar un rato a cruzar para nadar un poquito allí también con ellos. Puedo decir que ha sido el mejor baño de mi vida: agua cocacola, templadita, profundidad gradual, sin olas y con nativos del lugar. Perfecto.
De vuelta al camping, compartimos charla con una cuadrilla de argentinos muy majos. Nos invitaron a ir con ellos a un garito en la que montaban una jam-session, pero tuvimos que declinar la oferta pues al día siguiente debemos partir temprano en bus hacia Porto Seguro.