lunes, 28 de abril de 2014

Capítulo 34: Que el cielo caiga sobre nuestras cabezas.

9 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Los días nublados y frescos son un poco lata en Río. Es una ciudad hecha para el calor. 
Como todos los días, nos preparan el desayuno en la gran terraza del hostel. Leche, cacao o café, sandwitches de jamón y queso -que convenientemente yo guardo para consumir a media mañana- y un par de piezas de fruta. Normalmente me como una manzana y media banana. La otra media se la damos de comer a los numerosos monos macacos que se acercan por el árbol a ver si pueden pillar cacho. Es divertido verles la cara de cautela con la que se acercan a por los trozos de fruta.
Acompañé a Anne y Clara a un centro comercial cercano. Allí debían sacar dinero en un cajero y, al parecer, Anne tuvo algún problema: su tarjeta le daba error. La pobre chavala tenía un disgusto encima bastante grande, entre acojonada y furiosa. Intenté tranquilizarla contándole mi experiencia de los primeros días en Brasil y que todo se solucionó contactando por mail con el banco. Me hizo gracia el hecho que éstos días en Río ellas han tenido experiencias "peligrosas", como lo puede ser adentrarse solas en una favela. Al final fue una agradable peripecia porque la gente fue muy amable y amigable con ellas, pero a priori la sóla idea de ir allí le hubiera supuesto a cualquiera adoptar una actitud cuanto menos de vigilancia. Pero a ellas no, y es admirable. Por eso el que un pequeño problema con la tarjeta de crédito la asustara tanto me pareció un tanto divertido.

- Hey Anne, pensaba que a los vikingos no les asustaba nada en el mundo...
- Bueno, sólo la bancarrota...

Ésta loca idea la saqué del cómic "Asterix y los Normandos", en el que una expedición de nórdicos desembarcan en la aldea del héroe galo buscando algo desconocido para ellos: el miedo.





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