miércoles, 17 de septiembre de 2014

Capítulo 68: Un alto el fuego.

23 de Noviembre 2013.
Punta del Este.

Estos 6 días que he pasado en Maldonado/Punta del Este han sido un poco como una parada en boxes: poner a punto la moto, comprar pertrechos, descanso físico y, sobre todas las cosas, buena, muy buena alimentación... El que Yoli y Pedro, amigos de mis padres, regenten un reputado restaurante vasco en el centro de la ciudad y que me permitiesen comer allí todos los días "by the face" tiene bastante que ver con el asunto, claro. Eso sin mencionar las veces que me han invitado a restaurantes o, como en un par de ocasiones, a comidas fraternales con amigos de Pedro... 
La primera de las cuáles tuvo lugar en casa de uno de ellos en Atlántida, a pocos km de Montevideo, donde Pedro, Ina (un amigo eibarrés de Pedro, también de visita) y yo fuimos invitados a un gigantesco asado, el primero que pruebo por éstas tierras repletas de ganado vacuno. He de decir que la calidad de la carne es extraordinaria, pero a diferencia de lo que es habitual en Euskadi, la toman bastante hecha. Luego también preparan chorizos y salchichas a la parrilla y unas cosas llamadas "chinchulines", que no son sino trozos del intestino de la vaca asados al punto entre crujiente y tierno... lo que más me gustó, sin duda. Pues a parte del tema gastronómico, la comida fue muy amena entre típicas murgas uruguayas interpretadas por un amigo músico presente y también cuando el anfitrión se dispuso a mostrar su armero, repleto de armas cortas y largas, algunas de caza, otras de asalto, y otras...

- Oye, pero ¿ésto funciona o sólo son de colección? - pregunté curioso.
- Pues claro que disparan, flaco!!! Tomá, amartilla la Browning!!! Así!!! 
* Klik klak *
- Espero que esté el seguro puesto...
- Jajaaaá... no te preocupes que no tiene munición!!! Agarrá la Walther PPK, la de James Bond!!!

Fue un momento un tanto extraño el tratar con un entusiasta de las armas de fuego, pensé que sólo había gente así en el estado de Kentucky...

Anécdotas bizarras a un lado, estuve disfrutando del lugar, Punta del Este, otrora la "Montecarlo" de América del Sur, con sus hoteles y casinos de lujo, sus yates en el puerto, sus barriadas residenciales a lo Beverly Hills, etc... Visité los lugares más típicos como son el monumento de "Los dedos", en la playa Brava, y Punta Ballena, en el extremo opuesto de la ciudad, y el centro histórico de Maldonado con su catedral de color rosa.

En uno de éstos paseos, concretamente hoy por la mañana cuando curioseaba alrededor de "Los dedos", observé aparcadas 2 motos con matrícula de Australia, equipadas para viajar. Eran de una pareja que se acercó y aproveché para presentarme (en inglés):

- Hey hola, veo que estáis viajando en moto... me llamo Aritz y también viajo en moto, ¿cuánto tiempo lleváis por Sudamérica?
- Nosotros somos Mark y Sanne, llevamos un par de meses por aquí. Comenzamos en Buenos Aires y hemos dado una vuelta por Brasil hasta bajar aquí... Pero en realidad llevamos 2 años y medio desde que salimos de Australia. Hemos cruzado Indonesia, Thailandia, India y Nepal, Pakistán, Irán, Turquía, toda Europa... y de allí volamos hasta aquí.

Me enseñaron el mapamundi que traían pegado a uno de los cajones laterales instalados en una de las motos, en el que estaba marcado todo el trazado realizado.

- Wao! Y yo que creía que estaba haciendo algo osado...

Charlamos un rato, nos contamos historias de nuestros respectivos viajes e intercambiamos direcciones de contacto, ya que ellos van en dirección de vuelta a Argentina al igual que yo. Al final me preguntaron si conocía algún lugar cercano de libre acampada, y acabé guiándoles hasta las cercanías de Punta Ballena, donde días atrás observé gente montando alguna tienda de campaña...

Como ya he dicho al principio, ha sido casi una semana de relax y ponerse las pilas, tanto a mí como a la moto. Mañana parto para Montevideo, donde mi objetivo principal será conseguir un seguro para "Pretinha" para al menos poder cruzar la frontera con Argentina sin ningún problema burocrático y, por supuesto, conducir con más tranquilidad sin temor a controles de las autoridades.