viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 32: Rompiendo el hielo.

7 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Otro día más de lluvia en Río, pero ésta vez la temperatura bajó bastante, como a 16º, por lo que hacía fresquito y tocaba inventarse cómo pasar la jornada. 
Poco a poco me había ido ganando la confianza de mucha gente a mi alrededor en el hostel Río Nature, así que al menos charla con cualquiera de ellos estaba garantizada. A día de hoy, éste grupete de personas lo conforman: Joanna, de quien ya he hablado de ella; Estella, con quien Suso tiene una relación "especial"; Fer, Bruno, Felipe; los catalanes Ruben, Jose y su esposa brasileña Mayra; una pareja de alemanes deportistas; Lee Wilson, un inglés del norte de 40 y pico tacos que flipa viéndome tocar la guitarra y con quien comparto devoción por el blues y Joe Bonamassa; y las dos danesas Anne y Clara. Con éstas últimas me llevo especialmente bien, sobre todo después de pasar hoy una noche muy divertida en la terraza bebiendo cerveza, fumando algo de maconha y compitiendo en un concurso de eructos.
Me han preguntado si he ido ya al Corcovado a ver el Cristo Redentor, y como Suso ha andado algo "ocupado" en sus ratos de ocio y a mí no me gusta ir sólo a lugares tan señalados, no he tenido todavía la oportunidad; así que hemos quedado para mañana ir juntos en excursión.






Capítulo 31: Viaje a ninguna parte.

6 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Hoy se cumple 1 mes desde que llegamos a Brasil, y desde Recife hasta Río hemos recorrido casi 3.000 km; en bus, eso sí. Y no queremos continuar el viaje de esa manera, así que había que ponerse ya en serio para comprar las motos aquí en Río de Janeiro. 
Tras varios intentos infructuosos llamando por teléfono a los números que teníamos de varios vendedores, nos cogió el aparato un sujeto que ponía una Honda Sahara 350 a la venta, justo el tipo de moto que yo busco. Quedamos Suso -quien me hacía de intérprete- y yo con él en ir a verla a su casa en Jardín Carioca, un barrio bastante alejado de Botafogo, al norte de la ciudad. Ya sólo el trayecto fue una aventura épica. Anécdotas por doquier: el tradicional chófer loco; que no se encontraba cómodo en su asiento e iba todo el trayecto jurando en portugués o hebreo, qué sé yo. Luego, circulando por una autovía, ibamos mirando por la ventanilla y en eso que en el sentido contrario observamos a un motorista rodar por el asfalto a gran velocidad, afortunadamente sin consecuencias graves. Más tarde, cerca del aeropuerto, un avión caza militar de los añor 40 cruza el cielo a pocos metros por encima de los capós. El autobús llegaba hasta el mismo aeropuerto internacional, y desde allí debíamos tomar otro hasta el barrio en cuestión. Mientras esperábamos allí, llega otro autocar del cual se baja una señora. Tal sería la empanada mental del chófer que cierra la puerta y se pira de allí a todo gas con la señora corriendo detrás al grito de "mis maletaaaaaaaas!!!". Imaginaros la putada si la señora debe tomar un avión en ese momento... 
Y todas éstas vivencias para ir a comprobar el desastre de moto que me intentaban vender: caja de cambios averiada, neumático trasero liso como el culo de un bebé, freno delantero inexistente, amén de numerosas partes oxidadas... Pues nada, seguiremos buscando.
A la vuelta, en vez de regresar directamente al hostel, paré en la zona céntrica de la ciudad, y estuve paseando por las inmediaciones de la Catedral de Río, que no es precisamente el clásico edificio gótico o barroco de turno, sino una estructura moderna y vanguardista, que recuerda más a la chimenea de una central nuclear que a un templo de culto religioso. De allí, conecté con el área de Lapa, la zona de marcha nocturna más concurrida de la capital carioca, pero que hoy domingo estaba libre de alboroto para andar entre los característicos arcos del simbólico acueducto blanco.





Capítulo 30: Morros y Fútbol.

5 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Hoy hice de guía para Felipe, el tipo colombiano de la noche anterior. Quería ir al Pan de Azúcar, y yo sabía ya el camino. Tras admirar de nuevo Praia Vermelha, me percaté de algo que no había visto en mi anterior visita con Suso: un paseo rodeaba la falda del distinguido promontorio, así que por allí nos encaminamos. Resultó que nos encontramos un sendero que conectaba con el paseo, el cual subía al Morro do Urca. Era un caminito estrecho, que ascendía bastante en vertical entre la vegetación y, al parecer, también transitado por algunos turistas que, como a nosotros, les parecía demasiado caro el teleférico. Hubo que subir casi casi escalando, apoyando bien los pies y, en algunos casos, asiéndose a las ramas y troncos de los árboles. En media hora y con la lengua fuera, llegamos a la cumbre del morro, donde pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares, a pesar del cielo nublado. Se podía observar toda la parte sur de Río de Janeiro: los barrios de Botafogo, Flamengo y Centro, gran parte de la bahía de Guanabara y, cómo no, el omnipresente Corcovado con su estatua del Cristo Redentor.
Felipe, como ya dije, es abogado y está en Río para conseguir que el padre de su sobrino dé el permiso legal para que éste lleve su apellido. Entre gestión y gestión, hace turismo por Río. Al bajar de allí, de nuevo en el paseo inferior, fuimos testigos de una situación insólita y perturbadora: venía una pareja de policías, con su uniforme de camuflage, y como a 20 metros antes de llegar a nuestra altura, va uno de ellos, saca la pistola automática de la cartuchera y la amartilla como si nada. Klik-klak, ahí en medio de la calle y sin motivo alguno... Nunca entenderé algunos sistemas nerviosos humanos.
Por la tarde, Suso y yo conocimos a unos nuevos huéspedes del hostel Rïo Nature: un catalán con su esposa brasilera y su primo. La pareja vivía en Brasilia y habían recibido la visita del familiar de él, y estaban viajando por Brasil en una Volkswagen Combi. Es tremendamente curioso el hecho que, cuando estás viajando y conoces a alguien, pasa muy poco tiempo hasta tomar confianzas. En éste caso, tras charlar con ellos animadamente, decidimos acudir a un partido de fútbol esa misma tarde, nada más y nada menos que en el mítico estadio de Maracaná. Jugaban el Botafogo contra el Gremio de Porto Alegre, pero eso era lo de menos. Llegamos en metro y ya desde fuera se veía espectacular. Pese a ser partido oficial del campeonato Brasileirao -la liga brasileña, para entendernos- las entradas costaban 40 R$ (unos 12€). Fué muy especial el momento en el que entramos al estadio y observamos el verde por primera vez. La lástima es que, siendo un estadio de casi 100.000 espectadores, éste sólo se llena cuando hay partidos de la canarinha. Hoy no había ni media entrada, contando la "torcida" rival. Pese a todo, disfrutamos de lo lindo estando allí, viendo cómo perdía "nuestro" equipo. Al final, Botafogo 0 - Gremio 1.












Capítulo 29: Tomando confianzas.

4 de Octubre 2014.
+00:00. Río de Janeiro.
20º.

Amaneció con una fuerte lluvia que duró casi toda la mañana, por lo que de nuevo tocó recluirse un poco en el hostel. Pero la principal novedad fue que he desperteado con 2 chicas rubias en mi cama. Concretamente una en la litera de al lado y la otra en la de debajo. Después me presenté y se presentaron: se llaman Anna y Clara y son de Dinamarca. La primera es alta y fuerte, la segunda más delicada, y ambas rondan los 20 años.
Ya después de comer, la lluvia amainó y acompañé a Joanna, la recepcionista chilena a una zona céntrica de Río, Uruguaiana, donde tiene lugar cotidianamente un enorme mercadillo. Como toda latina, Joanna es apasionada en sus relatos, lo que unido a sus 22 años de edad, la convierten en una mujer realmente simpática y desinhibida. Aunque trabaja en el hostel, quiere estudiar enfermería y su sueño es pintar murales. Charlamos largo rato mientras paseamos por las calles céntricas de Río de Janeiro, con degustación de tapioca -una especie de talo hecho con éste cereal, aderezado con trozos de banana y sirope de chocolate- y una cervecita en una terraza.
Regresamos en metro al hostel y durante la cena mantuve una charla con un inquilino de nombre Felipe y de nacionalidad colombiana. Abogado de profesión a sus 27 años, se encuentra en Río para solucionar una situación familiar.