viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo 30: Morros y Fútbol.

5 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Hoy hice de guía para Felipe, el tipo colombiano de la noche anterior. Quería ir al Pan de Azúcar, y yo sabía ya el camino. Tras admirar de nuevo Praia Vermelha, me percaté de algo que no había visto en mi anterior visita con Suso: un paseo rodeaba la falda del distinguido promontorio, así que por allí nos encaminamos. Resultó que nos encontramos un sendero que conectaba con el paseo, el cual subía al Morro do Urca. Era un caminito estrecho, que ascendía bastante en vertical entre la vegetación y, al parecer, también transitado por algunos turistas que, como a nosotros, les parecía demasiado caro el teleférico. Hubo que subir casi casi escalando, apoyando bien los pies y, en algunos casos, asiéndose a las ramas y troncos de los árboles. En media hora y con la lengua fuera, llegamos a la cumbre del morro, donde pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares, a pesar del cielo nublado. Se podía observar toda la parte sur de Río de Janeiro: los barrios de Botafogo, Flamengo y Centro, gran parte de la bahía de Guanabara y, cómo no, el omnipresente Corcovado con su estatua del Cristo Redentor.
Felipe, como ya dije, es abogado y está en Río para conseguir que el padre de su sobrino dé el permiso legal para que éste lleve su apellido. Entre gestión y gestión, hace turismo por Río. Al bajar de allí, de nuevo en el paseo inferior, fuimos testigos de una situación insólita y perturbadora: venía una pareja de policías, con su uniforme de camuflage, y como a 20 metros antes de llegar a nuestra altura, va uno de ellos, saca la pistola automática de la cartuchera y la amartilla como si nada. Klik-klak, ahí en medio de la calle y sin motivo alguno... Nunca entenderé algunos sistemas nerviosos humanos.
Por la tarde, Suso y yo conocimos a unos nuevos huéspedes del hostel Rïo Nature: un catalán con su esposa brasilera y su primo. La pareja vivía en Brasilia y habían recibido la visita del familiar de él, y estaban viajando por Brasil en una Volkswagen Combi. Es tremendamente curioso el hecho que, cuando estás viajando y conoces a alguien, pasa muy poco tiempo hasta tomar confianzas. En éste caso, tras charlar con ellos animadamente, decidimos acudir a un partido de fútbol esa misma tarde, nada más y nada menos que en el mítico estadio de Maracaná. Jugaban el Botafogo contra el Gremio de Porto Alegre, pero eso era lo de menos. Llegamos en metro y ya desde fuera se veía espectacular. Pese a ser partido oficial del campeonato Brasileirao -la liga brasileña, para entendernos- las entradas costaban 40 R$ (unos 12€). Fué muy especial el momento en el que entramos al estadio y observamos el verde por primera vez. La lástima es que, siendo un estadio de casi 100.000 espectadores, éste sólo se llena cuando hay partidos de la canarinha. Hoy no había ni media entrada, contando la "torcida" rival. Pese a todo, disfrutamos de lo lindo estando allí, viendo cómo perdía "nuestro" equipo. Al final, Botafogo 0 - Gremio 1.












No hay comentarios:

Publicar un comentario