lunes, 10 de marzo de 2014

Capítulo 6: Llegada a Maceió.

11 de Septiembre 2013.
22:00. Maceió.
22º

Hoy tocaba de nuevo ponerse en movimiento. Una pena porque hacía sol y calor, y en los 2 días en las playas de P. Galinhas el cielo estuvo la mayor parte del tiempo encapotado y no pudimos disfrutar plenamente de esas maravillas que eran las piscinas naturales... Así pues, a las 10 salimos del hostel de Ayrton y tomamos un bus hacia la cercana localidad de Ipojuca donde, tras hora y media de espera, cogimos otro bus hacia la ciudad de Maceió. La distancia entre éstas dos ciudades ronda los 200 km, y el viaje duró unas 5 horas, con paradas en muchos pueblos por el camino. Ha sido un viaje muy bonito, con unos paisajes tremendos, sobre todo al entrar ye en el estado de Alagoas, que -es mi sensación- parece como más ordenado que su vecino del norte Pernambuco. Al llegar a la terminal, vuelta a tomar otro bus urbano hacia la Ponta Verde de Maceió, donde encontramos un hotel con habitación doble por 30 R$ cada uno por noche, que son como 10€. Tras instalarnos, salimos a cenar y dar un paseo nocturno.
Maceió es una ciudad grande, de alrededor de 1 millón de habitantes, a mitad de camino entre Recife al norte y Aracaju, la otra ciudad más al sur y capital del estado de Sergipe. Está organizada en torno al cabo Ponta Verde, a los flancos del cual se extienden 2 hermosas playas. Estuvimos paseando por aquella a la que llaman Praia Pajuçara, y pudimos observar la cantidad de instalaciones deportivas que hay en sus cercanías, todas en actividad por cierto.
Al regresar al hotel, pasamos por un hipermercado para comprar comida y para gran alegría mía pude pagar con la tarjeta de débito, lo cual descarta un malfuncionamiento de la misma a la hora de sacar en cajero, así que ahora el objetivo reside en saber en qué cajeros se puede retirar efectivo, porque queda claro que en todos no se puede...





Capítulo 5: CPF y a Porto Galinhas.

10 de Septiembre 2013.
21:00. Porto Galinhas.
21º

Ayer día 9 fué un poco día de transición. Nos dedicamos a realizar las gestiones necesarias para la concesión del documento CPF, necesario a todas luces para la compra de las motocicletas aquí en Brasil. Fue un sencillo aunque un poco exhasperante trámite, porque hay que coger turno y esperar: primero en la oficina de correos donde se realiza el pago de la tasa correspondiente a la gestión, y luego en la Receita Federal, donde se lleva el recibo del pago y te entrevistan para finalmente hacer entrega del dichoso número en una hoja fotocopiada, pero oficial al fin y al cabo. Si lo quieres ya plastificar es cosa tuya, dicen...
Seguidamente regresamos al hostel para recoger las mochilas y despedirnos de Magda. Tomamos el autobús en la estación Rodoviaria de Recife para irnos 60 km más al sur, a Porto Galinhas. El trayecto fue normal, si bien para salir de la ciudad nos llevó bastante tiempo, pero el aire acondicionado a tope era muy molesto, así que me propuse solucionar el tema introduciendo mi gorra verde en el orificio por donde salía, para taponarlo. Fue una buena idea porque funcionó bien... salvo el pequeño detalle de que me olvidé de sacarla al llegar al destino y allí se quedó mi pobre gorrita. Ya de noche -recordad que oscurece muy temprano- buscamos el hostel más barato y allí que nos alojamos.
Hoy me desperté temprano. No sé todavía si será por el jet-lag o por la hora en la que oscurece, pero me estoy despertando siempre antes de las 07:00. A las 09:00 estaba ya recorriendo la Praia de Maracaipe, sólo, ya que mi compañero Suso al parecer no entiende de jetslags ni nada por el estilo y se queda siempre durmiendo como un ceporro. La playa de Maracaipe es una preciosidad, con arena hiperfina y aguas azul-verdosas fuertemente guarnecida por palmeras cocoteras. Lástima que el tiempo fuera algo inclemente, porque el baño prometía ser antológico. Regresé al centro de Porto Galinhas, que resultó ser el típico núcleo turístico "a lo Benidorm", con comercios de ropa exclusiva y de marcas punteras del ámbito surfero, así como cafeterías, restaurantes, hoteles, bancos y demás parafernalia; todo un contraste con la zona donde está situado el hostel, alejado un poco del centro txatxi-piruli.
Por la tarde, ya después de comer, se me unió por fin Suso y recorrimos la playa hacia el norte, donde no había estado a la mañana. Al volver del paseo ocurrió algo que podría reportarme algún quebradero de cabeza: mis tarjetas de Caja Laboral no funcionaban en los cajeros automáticos. De momento tengo bastante en efectivo, pero ya estoy intentando resolver el entuerto. Espero que en días posteriores dé con una solución satisfactoria.






Capítulo 4: Visita a Olinda.

8 de Septiembre 2013.
21:00. Recife.
22º

Ésta mañana decidimos invitar a Magda a visitar Olinda, la preciosa ciudad colonial -o debería decir barrio- en las afueras de Recife. Debo contar que Magda es de Leipzig y está aquí sola porque la amiga con la que venía tuvo que quedarse en tierra en el aeropuerto de Frankfurt debido a un error tipográfico en la reserva de su vuelo, así que tiene que quedarse a esperarla hasta dentro de 4 días. Mientras tanto digamos que la hemos adoptado en nuestro seno, lo cual no supone ningún tipo de problema. Nos comunicamos con ella en inglés, naturalmente, aunque a mí me cuesta todavía un poco coger el hilo...
Tomamos los 3 el bus a Olinda y recorrimos su maleconcito con sus barquitos encallados con la marea baja, unas pequeñas parcelas debajo del dique donde la gente juega a fútbol, y posteriormente nos metimos en la zona colonial, con sus iglesias y monasterios situados en pequeños altos, desde donde se disfrutan magníficas vistas. Comimos algo en los puestos de comida dispuestos por la zona y acordamos asistir a 2 conciertos que iban a tener lugar por la tarde. El primero de ellos a cargo de Carlos Malta, por lo visto un reputadísimo jazzista brasileño, que actuaba en el interior del monasterio de Sao Francisco. La espectación que creó el evento fue enorme; como si se tratara de una gran estrella de rock, una multitud se agolpaba en la puerta para entrar y fueron muchos los que tuvieron que escuchar el recital desde el exterior del templo. Más tarde, y después de una grata visita a un establecimiento de un luthier y la cata de una espectacular caipirinha, nos instalamos en una campa para disfrutar del concierto de una orquesta sinfónica. Entre el repertorio que interpretaron pude identificar fragmentos de Tchaikovski, Verdi y Richard Strauss. Yo alucinaba con cómo se involucra la gente aquí con éste tipo de cultura. No puedo imaginarme un concierto clásico en Bilbao con tanta gente y tanto entusiasmo. 






Capítulo 3: Pies destrozados.

7 de Septiembre 2013.
22:00. Recife.
24º

Primer contacto nocturno con los mosquitos brasileros, poca cosa de momento. Un temprano desayuno compuesto de leche, cacao, bizcochos y zumos de frutas abrieron la jornada. Quedamos con Magda para la noche y nos dispusimos a ir hasta el centro histórico de Recife dando un paseo por la playa. Durante la caminata me iba dando cuenta de la incomodez de mis sandalias; empezaba a salirme una ampolla en la parte posterior del talón. El centro de la ciudad está situado en unas pequeñas islas a las que se accede por puentes urbanos y tuvimos suerte de que hoy habían habilitado con conos un carril para bicicletas por el que pudimos transitar tranquilamente. Al llegar al centro, buscamos el edificio de la Receita Federal, donde el próximo lunes deberemos tramitar el documento CPF (Cadastro de Persoas Físicas), imprescindible para realizar el papeleo de compra de las motos. Buscamos también una oficina para cambiar moneda y sitios varios donde conseguir información sobre cosas diversas, como por ejemplo la posibilidad de comprar una tarjeta telefónica de prepago. 
Andamos y andamos por el centro, viendo edificios y calles pitorescas. Llegó un punto en el que mis pies sufrían demasiado con aquellas sandalias y decidí comprar unas "tanakas", mucho más cómodas. Regresamos al hostel también caminando y, después de una ducha, tocaba un poco de charleta con la gente de allí alrededor de unas cervezas. El siguiente plan era salir con Magda por el centro del Recife y ver la vida nocturna y algún espectáculo musical si se terciaba. Lamentablemente, yo tuve que retirarme por el intenso dolor de pies. Mejor no forzar, ya llegará el momento adecuado.



Capítulo 2: La llegada.

6 de Septiembre 2013.
20:00. Recife.
27º

Después de pernoctar en la "suite" presidencial del aeropuerto de Frankfurt, compuesta por unos cuantos asientos en "L", y ver interrumpido nuesto sueño en varias ocasiones, ya sea por alemanes juerguistas o nuevos inquilinos, fuimos directos a facturar el equipaje sobre las 07:30. El vuelo previsto para las 09:30 de nuevo se retrasó, ésta vez debido a algún fallo en la computadora del aparato. Despegamos a las 11:00 rumbo a Brasil, el vuelo duró unas 10 horas y fue monótono salvo por alguna pequeña conversación con vecinos de asiento y el novedoso, para mí que hace tiempo que no vuelo, programita que emitían por las pantallas de a bordo consistente en visualizar el avión por GPS, sabiendo en todo momento dónde nos encontrábamos en el globo terráqueo, así como los datos de altitud, velocidad del aeroplano, tiempo estimado de llegada, etc... La comida que nos sirvieron pues... no era el Akelarre pero tampoco tan mala como me esperaba.
Aterrizamos sobre las 16:00 hora local, las 21:00 en Europa, y venía un escollo importante en nuestro viaje; lograr entrar en Brasil con pasaporte español y sin billete de vuelta. Teníamos todos los requisitos en regla: pasaporte vigente por más de 6 meses, extracto bancario con fondos suficientes para toda la estancia en el país, reservas de alojamiento y billetes de bus de continuación de viaje que probaban nuestra salida de Brasil en menos de 3 meses. Bien, pues en el control de aduanas nada de eso, salvo el pasaporte, hizo falta. NADA. Presentar el documento, una miradita a la cara, otra a la pantalla del ordenador.... sello y pa'dentro. Y horas antes andábamos con los nervios a flor de piel para conseguir los pasajes de bus e imprimir las reservas del hostel... en fin.
Al salir del aeropuerto de Recife cambiamos algo de moneda a un tío que nos inspiró cierta confianza: 150 R$ por 50€. Pillamos la "guagua" hacia el barrio de Boa Viagem donde se encontraba el hostel. Allí, un poco de organización, ducha y al super a comprar cena. En mi incursión en solitario de camino al supermercado pude darme cuenta de que las historias de bandas organizadas de cánidos callejeros son algo más que una leyenda. Después de cenar conocimos a una compañera del hostel, una alemana llamada Magda, que curiosamente vino en nuestro vuelo, y charlamos con ella hasta la hora de dormir.

Capítulo 1: La terminal.

5 de Septiembre 2013. 
21:30. Aeropuerto Internacional de Frankfurt.
23º

Hoy arranco la aventura, aunque para mi compañero Suso comenzó hace 2 días cuando salió de su Vigo natal haciendo dedo hasta Gijón, donde pernoctó en casa de unos amigos y al día siguiente continuó de igual manera hasta el aeropuerto de Santander, donde hizo noche a la intemperie ya que cerraban la terminal. Es un tío duro...

Yo salí ésta mañana con mi hermano Gaizka hacia allí, donde una vez formalizada la despedida fraternal se hizo cargo de mi coche para llevarlo de vuelta y ponerlo a buen recaudo en el garaje del txoko familiar de Galdames.
Nuestro vuelo previsto para las 12:35 se retrasó 1 hora debido "a una demora" según megafonía. Vamos, que se demoró por un retraso, lógicamente. En la espera departimos con una chica interesada en nuestro viaje y nos dió algunos consejos prácticos, ya que ella ya había girado por Sudamérica anteriormente. Ésta vez se dirigía a Frankfurt a visitar una hermana enferma.
El vuelo trasncurrió con normalidad y llegamos a Frankfurt Hahn desde donde, después de comer debidamente, tomamos un bus hacia el Aeropuerto Internacional, distante unos 140 km. Viaje eterno, Al llegar debíamos buscar un ciber e imprimir las reservas hoteleras, a priori imprescindibles para poder entrar en Brasil. Tardamos 1 hora más en dar con el establecimiento dentro del aeropuerto, justo 5 min. antes de que cerraran. Menos mal. Posteriormente compramos las cena y buscamos algún sitio donde pasar la noche.

Capítulo 0: Un viaje casi inesperado.



Sólo fue un comentario. Mi amigo Suso Costa estaba inmerso en uno de sus alucinantes viajes por el globo terráqueo y en una de sus múltiples fotos subidas al Facebook, creo recordar que se trataba de algún fabuloso paisaje Centroamericano, le escribí lo primero que se me ocurrió: 

 "Cómo vives cabronazo... Si por un casual te da por hacer la Ruta del Ché me avisas eh? jeje...".

Pura inocencia, lo juro. Creí que era uno más de las decenas de comentarios que la realización de una aventura de ese tipo suscita entre los amiguetes. Y no era para menos; Suso estuvo 4 meses recorriendo primero Cuba a lo mochilero, después volando a México D.F., donde compró una bicicleta con la que realizar muchísimos kilómetros atravesando Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y llegar finalmente a Panamá. En años anteriores había viajado por toda Rusia en el Transiberiano, cruzado Mongolia por el desierto de Gobi, China desde Beijing hasta el Tíbet, un trekking por el Annapurna en Nepal, dar clases a niños en Bangla Desh, recorrer todo el sudeste asiático y Australia... Un experto. 
Después de éstas escapadillas, como de costumbre, regresa a su Galicia natal y ya en temporada de esquí a los Alpes franceses a currar.
Y fue desde allí que una fría noche de Febrero del 2013 me escribió: 

"Que paixa loco?
Por aquí pusiste un dia que si alguna vez me hacía la ruta del Ché te avisara, jeje. Pues la haré, comenzando a final de este año, seguramente en moto, y si es con alguien mejor, qué, te animas?".


 Como seguramente muchos de vosotros sabéis por la película Diarios de motocicleta, Ernesto Guevara de la Serna, icono de la juventud rebelde de todo el mundo, se embarcó allá por 1952 (unos 7 años antes de ser mundialmente conocido como El Ché) en un viaje junto a su amigo Alberto Granado, a lomos de una moto propiedad de éste último, por América del Sur. Eran estudiantes de medicina en su Argentina natal. Ernesto contaba con 23 años entonces y Alberto 29. Éste viaje cambió sus vidas para siempre. Ernesto escribió en su diario al finalizar el periplo:

El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra Argentina, el que las ordena y pule, "yo", no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra "Mayúscula América" me ha cambiado más de lo que creí.

Volviendo a aquella noche de Febrero del 2013, un amigo me había hecho una proposición, y bastante decente. Y había que dar una respuesta.

- Pues así de sopetón... Ahora mismo tengo trabajo y tendría que mirar a ver los días de vacaciones que cuadrasen y tal, pero dicen que el mes que viene van a echar a gente y yo soy de los últimos en llegar, así que ya te confirmaré.

- No es fácil, es mucho tiempo y pasta. Piénsatelo y con lo que vayas sabiendo me informas.


- La pasta no es problema, tengo mucho ahorrado, es el tema curro, ya te informaré... pero de momento cuenta con mi "SI".


Y así fue como casi inesperadamente me he embarcado en esta locura. Digo "casi" por razones concretas; y es que con la dichosa crisis económica (de toda índole, diría yo) Europea y que yo ya empezaba a estar bastante hastiado de todo lo que últimamente me rodeaba, ya se me había pasado por la cabeza más de una vez la idea de volver a cambiar de aires, como 10 años antes en 2003 hice yendo a vivir a Londres una temporada. 

Al mes siguiente, en Marzo 2013, se confirmaron mis sospechas y la empresa en la que trabajaba, Elecnor, me da de baja. Comienza la preparación del viaje.