lunes, 28 de abril de 2014

Capítulo 35: Despegando.

10 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Ya sin el disgusto del día anterior, y quién sabe si para demostrarme su renovado valor, Anne y Clara me invitaron a acompañarlas a tirarse en ala-delta. Hoy era su último día en Río, debían tomar un bus por la tarde hacia Paraty y querían tener la experiencia de observar a vista de pájaro ésta maravillosa ciudad.

- Aritz, ¿no te animas a tirarte?
- Ni de coña me tiro yo...
- Los de Bilbao le tenéis pánico a todo...
- A todo no, sólo a que el Athletic baje a segunda división... y yo personalmente al mito de Ícaro.

Vino a recogernos un taxi de la agencia y nos llevó a la playa de Sao Conrado, a los pies de la Pedra da Gávea. Tras firmar unos cuantos formularios en una oficina y preparar los bártulos, nos subieron en coche hasta arriba del morro, donde estaba todo el tinglado, la rampa de lanzamiento y todos los instrumentos de medición del viento, etc... Pregunté y me dijeron que eran unos 500 m. de caída libre. Miré a mis amigas danesas, quienes daban saltitos de excitación, muy sonrientes ellas... El mundo está loco, loco, loco...
Se tiraron sin vacilación, confiando ciegamente en el piloto-monitor que manejaba el aparato y las mantenía sujetas a las estructuras planeadoras. Quizás sea ese el punto que a mi me cuesta superar: no me agrada el hecho de que sea otra persona quien me guíe, quien tenga mi vida en sus manos, que no sea yo quien tenga las riendas de mi futuro... Y quizás sea por eso mismo que me encante tanto conducir vehículos.
Ya abajo, Anne y Clara me relataron su experiencia alucinante, todavía con el subidón de adrenalina en el cuerpo. Yo también tenía cierto subidón del mismo tipo: el chófer que me transportaba de vuelta bajó a toda leche por la retorcida y empinada carretera, esquivando a diestro y siniestro mientras se liaba un canutillo con las dos manos...
Sea como fuere, fue una bonita experiencia junto a mis amigas y esa misma tarde nos despedimos con un beso y un gran abrazo y la promesa de volvernos a encontrar por el camino a ser posible y si no, por Europa.







Capítulo 34: Que el cielo caiga sobre nuestras cabezas.

9 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Los días nublados y frescos son un poco lata en Río. Es una ciudad hecha para el calor. 
Como todos los días, nos preparan el desayuno en la gran terraza del hostel. Leche, cacao o café, sandwitches de jamón y queso -que convenientemente yo guardo para consumir a media mañana- y un par de piezas de fruta. Normalmente me como una manzana y media banana. La otra media se la damos de comer a los numerosos monos macacos que se acercan por el árbol a ver si pueden pillar cacho. Es divertido verles la cara de cautela con la que se acercan a por los trozos de fruta.
Acompañé a Anne y Clara a un centro comercial cercano. Allí debían sacar dinero en un cajero y, al parecer, Anne tuvo algún problema: su tarjeta le daba error. La pobre chavala tenía un disgusto encima bastante grande, entre acojonada y furiosa. Intenté tranquilizarla contándole mi experiencia de los primeros días en Brasil y que todo se solucionó contactando por mail con el banco. Me hizo gracia el hecho que éstos días en Río ellas han tenido experiencias "peligrosas", como lo puede ser adentrarse solas en una favela. Al final fue una agradable peripecia porque la gente fue muy amable y amigable con ellas, pero a priori la sóla idea de ir allí le hubiera supuesto a cualquiera adoptar una actitud cuanto menos de vigilancia. Pero a ellas no, y es admirable. Por eso el que un pequeño problema con la tarjeta de crédito la asustara tanto me pareció un tanto divertido.

- Hey Anne, pensaba que a los vikingos no les asustaba nada en el mundo...
- Bueno, sólo la bancarrota...

Ésta loca idea la saqué del cómic "Asterix y los Normandos", en el que una expedición de nórdicos desembarcan en la aldea del héroe galo buscando algo desconocido para ellos: el miedo.