miércoles, 9 de abril de 2014

Capítulo 21: El Edén.

26 de Septiembre 2013.
23:00. Itacaré.
24º.

La noche anterior, Branwen, una guapa sudafricana con la que charlamos, nos recomendó encarecidamente una playa de la parte norte de Itacaré: Praia Piracanga. Para llegar hasta allí había que cruzar un ancho río en barca y después caminar unos 6 km hacia el norte junto al mar por la arena de la costa. Fue muy divertido cruzar en la barca de madera de tronco, pero caminar durante 2 horas bajo el solazo tropical no es de las experiencias más amenas que recuerdo. Además ir con Suso es como ir con un muñeco de trapo: no habla, no sonríe, va pensando en sus cosas. Casi siempre tengo que ser yo quien "rompa el hielo" y diga algo ocurrente, pero sus respuestas siguen siendo tan lacónicas...
Cuando supusimos que llegamos al sitio, no parecía nada especial: seguía siendo la continuación de la playa por la que habíamos venido, pero nos dimos cuenta que, a espaldas al mar, tras las dunas, se atisbaba un pequeño poblado de cabañas con tejado de paja seca. Caminamos hacia allí y descubrimos una de las estampas más espectaculares en lo que llevamos de viaje: el poblado estaba inmerso en un bosque de cocoteros y un hermoso río de color coca-cola se anteponía, donde unos niños se divertían tomando un baño. Las riveras del río eran de arena finísima y blanca, y allí mismo plantamos las toallas y nos dispusimos a nadar. Aunque el nivel del agua llegaba sólamente a la rodilla, la temperatura era espectacular, unos 30-32º, ideal para mí. Estuvimos un buen rato allí disfrutando del baño y se me ocurrió cruzar el río para explorar el poblado. Cuando aparecí mojado y con el torso al aire por entre las cabañas, me dí cuenta de que algo no iba bien. La poca gente que allí había me observaba de forma extraña, como si fuera un alienígena o algo así. Con esa rara sensación me dí la vuelta y retorné a las toallas. Más tarde, en el camping, me informaron que aquel poblado era propiedad de una secta religiosa...
Retomamos el camino de vuelta, otros 6 km. Ésta vez fuí contando los pasos hasta el río que debíamos cruzar de nuevo: 7.500 zancadas. Llegamos donde el barquero, que se encontraba con sus hijas pequeñas tomando un baño en la ría y pregunté y podíamos esperar un rato a cruzar para nadar un poquito allí también con ellos. Puedo decir que ha sido el mejor baño de mi vida: agua cocacola, templadita, profundidad gradual, sin olas y con nativos del lugar. Perfecto.
De vuelta al camping, compartimos charla con una cuadrilla de argentinos muy majos. Nos invitaron a ir con ellos a un garito en la que montaban una jam-session, pero tuvimos que declinar la oferta pues al día siguiente debemos partir temprano en bus hacia Porto Seguro.










Capítulo 20: Rally a Itacaré.

25 de Septiembre 2013.
23:00. Itacaré.
24º.

Tomamos el bus hacia Itacaré a las 06:30. Nos separaban tan sólo 60 km, así que se antojaba un corto trayecto y podríamos aprovechar todo el día allí. Error. A los pocos kilómetros de salir de Ubaitaba, el bus se adentró en un camino de tierra no más ancho que el camino rural de nuestro txoko familiar en Galdames. Fueron unos 50 km por esa "calzada", parando en pequeños núcleos de población para dejar y recoger viajeros. Ha sido como una expedición por la jungla, incluso observé que en el portaequipajes del bus llevaban varios tablones de madera por si el vehículo se quedaba encallado en alguna zona embarrada. En total, 3 horas y media de trayecto. 
Al llegar, buscamos alojamiento entre los varios campings y optamos por uno en el que había gente joven y ambiente surfero-hippie. Montamos la tienda y fuimos a visitar las playas circundantes. Tras una travesía por entre las rocas del litoral, llegamos a 2 pequeñas playas muy bonitas, rodeadas de cocoteros y de arena finísima. Lástima que el mar estuviera bravo, porque el baño era una contínua lucha contra la corriente que te arrastraba hacia el interior. 
Ya por la tarde-noche, y tras unas compras en el súper, nos integramos un poco con los habitantes del camping alrededor de una hoguera. 







Capítulo 19: Ciudad dormitorio.

24 de Septiembre 2013.
22:00. Ubaitaba.
24º.

Escogimos Itacaré como nuestro siguiente destino. Marcelo, un amigo brasileño que conocí en Londres en el 2003 y con quien sigo en contacto, me lo recomendó por sus playas paradisíacas rodeadas de selva tropical, un reciente descubrimiento para la industria del turismo que había que aprovechar antes de la posible masificación.
Nos levantamos temprano a pesar de la juerga de la madrugada, y tras despedirnos efusivamente de Washington, Toby y Pavel, Seyi nos acompañó a la parada del bus que nos llevaría a la Terminal Rodoviaria de Salvador. Me fundí en un gran abrazo con mi gran amigo y le dije que nunca le olvidaría. Realmente me ha aportado mucho conocer a éste tipo. Me parece un hombre en paz y armonía, y eso me causa mucha admiración.
Ya en la terminal, nos dijeron que no había buses directos a Itacaré hasta la mañana siguiente. Estaba la opción de tomar el que iba a Itabuna y bajarse en Ubaitaba, y de allí tomar otro bus a Itacaré, pero nos informaron que hoy no había transporte desde Ubaitaba hacia la localidad costera. Decidimos jugárnosla y tomar ése bus con la esperanza de encontrar un medio de llegar desde Ubaitaba. Tras 7 horas y pico para recorrer unos 300 km, llegamos y nos confirmaron que no había servicio a Itacaré, y pillar un taxi salía cerca de 200 R$, una locura, así que decidimos pernoctar en esa localidad de paso por 20 R$ cada uno, previo regateo, en una habitación doble, que es desde donde escribo ahora.

Capítulo 18: La cena de despedida.

22 de Septiembre 2013.
23:50. Salvador de Bahía.
25º.

Otra infructuosa mañana buscando moto en Salvador, ésta vez en concesionarios de 2ª mano: muy caras y más papeleo del habitual. 
Decidimos no rayarnos las cabezas y llegar a Río para realizar allí una nueva búsqueda, pero en vez de ir directamente y pegarnos una tunda de 1.700 km acordamos realizarlo con alguna parada de por medio en algún lugar interesante y exótico.
Como si fuera cosa del destino, Washington, el encargado, nos comentó que iba a organizar una cena con toda la gente alojada para celebrar su cumpleaños. No podíamos imaginar una despedida de Bahía mejor. El recuento de los asistentes: Washington y Cecilia, Seyi, Charlotte y Clara -2 francesas que estaban dando la vuelta al mundo en 1 año-, una joven pareja alemana, Toby y 2 brasileñas amiguitas suyas que se apuntaron a la fiesta, Pavel -que se había cambiado a nuestro hostel justo hoy-, Suso y yo.
Fue una cena para recordar, con muchas risas y complicidad. Creo que hubo cierta rivalidad cómica entre Seyi, Pavel y un servidor...