martes, 11 de marzo de 2014

Capítulo 9: Hippies.

14 de Septiembre 2013.
23:00. Salvador de Bahía.
22º.

Tal y como contaba en la entrada anterior, llegamos a Salvador muy temprano y, después de instalarnos y comer bien, resultó que en el hostel montaban una pequeña fiesta, consistente en un mercadillo de ropa, una actuación musical y talleres de yoga y acrobacias en tela. No sé si quizás fuera por el cansancio del viaje en bus, pero me pareció algo aburrido. Éste rollo hippie místico trascendental de momento me pilla un poco fuera de juego. A Suso le entusiasma. No obstante, lo positivo del asunto es que se conoce gente interesante: Cecilia, franco-española con parientes en Medina de Pomar y novia del encargado del hostel; Seyi, nigeriano afincado en Londres siempre sonriente y realmente entrañable; y 2 chicas argentinas que vinieron en bicicleta desde Buenos Aires y ya llevan varios meses en Bahía, viviendo en una favela. Quedamos Suso y yo con éstas últimas por la noche en un restaurante vegano, aunque previamente ya íbamos cenados, pero creo que nos dieron plantón. O llegamos tarde, a saber... El caso es que cayó un tremendo aguacero y regresamos al hostel completamente empapados de lluvia. Fue cuando Seyi sacó su bajo acústico con el que estuvimos "demostrando" nuestras habilidades hasta la madrugada.




Capítulo 8: Bahía.

13 de Septiembre 2013.
08:00. Salvador de Bahía.
25º

En éste día teníamos que partir desde Maceió a Salvador, unos 600 km al sur. Llegamos a la terminal Rodoviaria a las 09:00 en taxi, ya que estaba cayendo un tremendo aguacero y no conseguíamos identificar el bus correcto que nos llevara. Compramos los 2 billetes a 142 R$ cada uno, ésto son unos 47€, y como no salía hasta las 20:00 regresamos a Ponta Verde a hacer tiempo. Un rato en el ciber, un paseo y una comilona en un self-service a peso por sólo 7 R$/2'30€, y de nuevo hacia la terminal, donde cenamos y embarcamos en un viaje de casi 10 horas de bus. Al menos éste transcurrió de noche y fuimos casi todo el trayecto dormidos, sólo trastornados un poco por las parias paradas en la ruta. 
Arrivamos a Salvador a las 06:00 y tomamos un bus hacia el centro histórico, llamado Pelourinho, donde habíamos echado el ojo a un hostel  muy barato por tan sólo 6€ la noche.
Salvador es una ciudad enorme. También lo era Recife, pero ésta es aún más. Tiene unos 5 millones de habitantes y está repleta de cuestas. Todavía no he visto la Bahía de Todos los Santos, pero promete ser espectacular. Lo que si hemos comprobado es que aquí el nivel de pedigüeñismo y buscavidas se dispara. Nada más llegar a Pelourinho, fuimos abordados por un individuo que decía ser "guía turístico" y que por lo que costaba un café nos llevaba hasta la rúa do Bispo, donde estaba el hostel. Nosotros ya sabíamos dónde se encontraba, pero el tipo se empeñó en acompañarnos. Al llegar a la puerta nos pidió 1 R$ "por sus servicios" y Suso, muy listo, le dijo que no le daba la moneda pero que le invitaba al café si quería. El individuo se alejó con malas palabras...


Capítulo 7: Fluído turquesa.

12 de Septiembre 2013.
22:00. Maceió.
24º

Bueno, pues problema resuelto... creémos. A la mañana, lo primero que hicimos fue buscar un Banco do Brasil, pues, según una información encontrada en internet, es el único banco junto al Bradesco en el cual pueden sacar efectivo las tarjetas europeas. Encontramos uno cerca y... bingo: pude sacar sin problemas. Suso aún tendrá que esperar a que su banco inglés le dé una clave...
Seguidamente, y como hacía un tiempo estupendo, nos tiramos toda la mañana en la playa de Pajuçara. Mi primer baño en aguas brasileñas, ya que hasta ahora el tiempo no había acompañado. La temperatura del agua era muy óptima, unos 27º -sin llegar a tibia-, y de un color azul-verde intenso. Me pegué unas cuantas nadadas y zambullidas mientras Suso se quedaba en las toallas cuidando las mochilas. Cuando llegó su turno tan sólo se metió  y salió rápidamente. Quizás le tiene miedo a las corrientes... o a los tiburones.
El resto del día lo dedicamos a pasear de punta a punta por Ponta Verde, que son unos cuantos kilómetros. Por el camino, le compré a un tipo con pintas rastas un colgante con piedra de cuarzo, tal y como me recomendó mi amiga Indira en Santurtzi. Al preguntarle sobre dónde conseguía las piedras, respondió que las recoge cuando va por la Chapada Diamantina, una zona montañosa en el interior del estado de Bahía. Pues mañana entramos en ese gran estado, de una superficie similar a la de la península ibérica.