lunes, 8 de febrero de 2016

Capítulo 86: Una experiencia religiosa.

21 de Diciembre 2013.
San Carlos de Bariloche.

Mi primer día completo en Bariloche, en sábado y con un tiempo estupendo... No podía hacer otra cosa que agarrar la moto y pasar la jornada explorando los alrededores. Así pues, metí unos bocatas en la mochila y arrancando.

El plan era seguir la carretera del lago hacia el oeste, bordeándolo durante unos 25 km. hasta llegar a Villa Campanario. En el trayecto me iba dando cuenta de la cantidad de fincas particulares que vetan prácticamente cualquier acceso al lago. Los propietarios de éstas fincas son mayoritariamente extranjeros, y más concretamente ciudadanos de... Israel. No deja de ser irónico que poco tiempo atrás Bariloche fuera un importante lugar de refugio de nazis huídos de Europa tras la 2ª Guerra Mundial, y que transformaran el enclave en una especie de villa alpina similar a cualquier localidad de la Selva Negra bávara. Hasta quedan por aquí restos de construcciones similares a búnkers militares; hay que estar realmente majareta para ver un ápice de funcionalidad en una construcción así en éste lugar.

Así pues, desde Villa Campanario tomé el camino de la derecha para explorar la península de San Pedro, uno de los brazos de tierra que se adentran en el lago Nahuel Huapí. Realmente no hubo mucho que explorar: se trataba de un camino con fincas y casas privadas a izquierda y derecha, que ni siquiera permitían vislumbrar las aguas del lago, así que regresé por donde vine y, de nuevo en el cruce, me dirigí a Puerto Pañuelo. Éste es un rincón delicioso; con el pequeño embarcadero desde donde navegan varios catamaranes y barcos de pasajeros de poco calado, con unas aguas de exquisito color turquesa; y justo enfrente, el imponente Hotel Llao Llao, el más lujoso de toda Argentina, construído sobre una colina y respaldado por la titánica pared de roca granítica que representa el Cerro López.

Desde allí, la carretera rodea el suntuoso hotel y va a parar a la bahía López, que no es una bahía, ni mucho menos, sino otro embarcadero con una pequeña ensenada, bañados por aguas azules fluorescentes. Dada la hora que era, ni corto ni perezoso saqué los bocadillos de la mochila para realizar el lunch en aquel rincón mágico. La carretera discurre por un puente que cruza un pequeño río que comunica la bahía con el lago Perito Moreno. Un poco más adelante, me salgo del asfalto y comienzo a rodar por un ripio que me lleva a un poblado denominado Colonia Suiza, que no es más que un conglomerado de hotelitos y campings incrustados en la naturaleza del lugar. Despúes del poblado y de atravesar un par de puentes de madera sobre una garganta de un río de aguas furiosas, se conecta de nuevo al asfalto y las inmediaciones de la ciudad de Bariloche. Aún me sobraba bastante tiempo hasta que anocheciera, por lo que decidí subir al Cerro Otto, desde el que donde dicen que hay la mejor vista panorámica de toda la zona. A continuación paso a relatar una curiosísima experiencia, casi mística, que me ocurrió visitando el lugar:

Pues esto que llego yo con la moto hasta la cima del cerro, donde hay un aparcamiento, para luego subir a pie los 100 m. finales hasta el mirador. Subí y me encontré el mirador para mí solito. Las vistas son realmente espectaculares, similares a cuando estuvimos en el monte Corcovado de Río de Janeiro; bellísimas. Además también hay una estatuílla de Jesuschrist, mucho más pequeñita, eso sí, presidiendo el tinglado. En esas que estaba yo sacando fotos y la cámara me empieza a avisar del poco espacio que quedaba en la tarjeta de memoria, así que comencé a preocuparme un poco porque seguramente tendría que adquirir una nueva, y el elevado precio que tienen sobre todo allí en Bariloche, y que vaya faena porque había muchos lugares que debía fotografiar y grabar, y tal y cual.... Todo el rato yo dándole vueltas al asunto, borrando las fotos malas para dejar espacio en la memoria mientras me apoyaba en la cabecita de la estatua de Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum. Pues al darme la vuelta me percato de algo que antes no sé si estaba: una mochilita colgando de una de las barandas del mirador. Miré a mi alrededor; no había ni un alma a parte de mí allí arriba. Me acerqué a la mochilita y la descuelgo. Al mirar en el interior la sorpresa fue mayúscula: un kit completo de cámara GoPro, modelo Hero 3 Silver Edition, con una tarjeta de memoria de 32 gb, con incluso un adaptador para anclar la cámara fija en un casco de moto, cargador de pilas y también un zoom Canon Ultrasonic para cámara reflex. Sin duda, alguien la había olvidado allá arriba. Quiero dejar claro, y lo digo con toda sinceridad, que mi primer pensamiento fue retornar el hallazgo a su legítimo dueño, pero ¿quién?, y ¿cómo?. Depositarla en una oficina de objetos perdidos hubiera supuesto muy probablemente su desaparición en la buchaca de algún funcionario, estoy más que seguro, así que creo que el verdadero destino de éste tesoro es serviros a vosotros que me leéis ahora, realizando el cometido para el que fue creado: documentar aventuras en full HD a 1080 frames. Y, qué demonios, ahora que lo pienso, son vísperas de Navidad y éste es el único regalo que voy a recibir éste año...



Vista del Nahuel Huapí con los Andes de fondo.
Arrivando a Puerto Pañuelo.
El gran Hotel Llao Llao. Lujo a todo tren.
El embarcadero de Puerto Pañuelo.
El muro de roca del Cerro López.
Aguas de color turquesa en Bahía López.
Absorto en Bahía López.
El arroyuelo que comunica el lago Nahuel Huapí con el Perito Moreno.
Pose orgullosa con la Pretinha en la Patagonia argentina.
Garganta furiosa.
Panorámica del lago y sus islitas desde el Cerro Otto.
Ésta foto es testigo del hallazgo de la mochila abandonada, colgada ahí a la izquierda. En ese momento ni me enteré
Muy satisfecho por el día de hoy.
Soy ateo, pero a partir de hoy, me declaro escéptico en el tema de los milagros.






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