domingo, 20 de julio de 2014

Capítulo 61: A pelo.

10 de Noviembre 2013.
Florianópolis.

Hoy al ser domingo no ha sido posible empezar con los trámites de la transferencia de la moto, lo dejaré para mañana lunes. 
En lugar de eso he aceptado la invitación de mi compañera de cuarto en el hostel Green House, una italiana treintañera llamada Lorenza, para excursionar a una playa llamada "Praia da Rosa", según ella muy bonita y especial. Pues bien, me puse el bañador, agarré la toalla y salimos del hostel. Tomamos un bus que yo pensaba nos dejaría en algún punto costero de la isla cuando, para mi sorpresa, llegamos a la Estación Central de autobuses de Florianópolis, en plena ciudad.

- ¿Pero no íbamos a la playa? -pregunté a Lorenza en italiano.
- Sí, sí... pero hay que tomar otro autobús, que está un poco alejada.

La dejé hacer. Éstas excursiones improvisadas, sin saber uno exactamente dónde se dirige, es lo que tienen. Fuí tras ella a comprar el boleto y cuando me dicen el precio ya empiezo a flipar un poco: 38 R$!!!

- Pero Lorenza, ¿dónde está la playa esa?
- Está un poco al sur, en el continente, hay que ir hasta un pueblo llamado Garopaba, a unos 80 km...
- 80 km!!! Mejor hubiéramos ido en moto!!!

Ya que estaba allí compré el billete y me dije que al final merecería la pena el gasto. Pensé también que íbamos sin comida, pero seguramente habría algún lugar donde comer barato. Subimos al bus y dejé de pensar. Tras casi 3 horas para hacer esos 80 km, llegamos a Garopaba y todavía había que tomar otro colectivo para alcanzar la playa. Esperando éste bus conocimos una familia brasilera, de Curitiba, con los que congeniamos y nos invitaron a pasar el día con ellos, a lo que gustosos accedimos. Eran un matrimonio de unos 40 años con su hijo de alrededor de 10. Cuando llegamos al pueblito, buscamos el sendero hacia Praia da Rosa y dimos un lindo paseo por él, entre fincas particulares, floridos matorrales y muretes empedrados. Llegamos a la playa al fin y bajo mi punto de vista tampoco es que fuera tan tan tan especial. Lo único que muy cerca del mar había una laguna de aguas calmas y algún arenal por alguna de sus orillas, y por allí nos instalamos, ya que en plena playa pegaba mucho el viento. Nos dimos unos buenos baños en la laguna, cuya agua estaba muy óptima para tal menester. Lorenza se aventuró al mar, pero tuvo que regresar rápidamente por la gran resaca y oleaje que llevaba. La verdad es que, por mi experiencia, puedo decir que Brasil tiene infinidad de playas preciosas, pero realmente son muy pocas las que están adaptadas a un buen baño. Las que no están infestadas de tiburones arrastran muchísima corriente o, como en Río, el agua está bastante fría. Supongo que para los surfistas es casi el paraíso, pero para los nadadores...
Tras un rato chapoteando, el hambre nos acució a todos. Menos mal que estábamos con la familia aquella, porque ni Lorenza ni yo trajimos nada para comer, y por los alrededores no se veía ningún restaurante ni nada parecido, así que nos tuvimos que conformar con picotear algunas galletas y cacahuetes. 
El resto del tiempo allá lo pasamos encaramados a una torre de vigilancia costera que había en las inmediaciones, más que nada para resguardarnos del fuerte viento que pegaba. Cuando nos aburrimos, tomamos el camino de vuelta al autobús. Nos despedimos de la familia brasilera, unas personas tremendamente amables con los que pasamos unas gratas horas. El viaje de vuelta fue eterno; tardamos como 4 horas en llegar de vuelta a Floripa debido a unas tremendas retenciones y nos bajamos del bus ya de noche. Para más inri, el colectivo de vuelta al hostel estaba ya fuera de servicio y hubo que tomar otro que nos dejó algo alejados y tuvimos que regresar caminando por la carretera en total oscuridad. Yo estaba ya bastante mosqueado, debido al hambre atroz que arrastraba y la absoluta falta de previsión de Lorenza que, tal vez como mujer italiana acostumbrada a que la colmen de atenciones, pensó que el género masculino se encargaba intrínsecamente de ese tipo de cosas.
Para redondear una jornada a todas luces decepcionante, llamé al amigo de Marcelo que me iba a alojar a partir de mañana y me dijo que finalmente no podía. Necesito desesperadamente alguien que declare en el notario que me está alojando para poder realizar la transferencia de la moto, de lo contrario no podré salir de Brasil con ella...











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