lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo 38: La prueba de fuego.

13 de Octubre 2013.
Río de Janeiro.

Tras dormir poco más de 2 horas y todavía con bastantes efectos de la juerga nocturna, me encaminé -es un decir- a la cita con Bruno, el tipo que me iba a enseñar la moto en la cual yo estaba interesado. 
Allá estaba esperándome con la Yamaha XT 225. Por fuera estaba impecable: neumáticos mixtos nuevecitos, tubo de escape tipo racing también nuevo, cubre-cárter, cubre-puños y parrilla trasera porta-equipajes. A priori, el tipo de moto ideal para un viaje de aventura, si bien algo pequeña en cilindrada y echando en falta una cúpula con pantalla deflectora. Pero para el presupuesto que manejaba era perfecta. Encendió el motor y sonaba muy bien, ningún ruido extraño. El tubo de escape sin duda le confería un sonido más grave aún siendo una Yamaha, famosas por su característico sonido ronco del motor. Y llegó la hora de probarla... Amigos, nunca os montéis en una moto en las condiciones en las que yo lo hice: con una resaca espantosa, por el kaótico centro de Río de Janeiro (y menos mal que era domingo por la mañana), con un tipo de 1'90 de paquete y solamente con la experiencia previa en conducción de motocicletas que las clases de la autoescuela y el paseo en Porto Seguro. Lo que debía haber servido para testear el vehículo y sopesar sus condiciones de cara a su posterior adquisición, se convirtió en una carrera de obstáculos. Iba totalmente concentrado en no dar con nuestros huesos y piezas en el asfalto carioca. Una patrulla de policía metropolitana se vió de dar cuenta y me dió el alto:

- Hola buenas, los papeles de la moto por favor.
- Aquí están. - contestó Bruno sacándolos de la carpetita que portaba.
- Ah, es suyo el vehículo... ¿Y por qué la conduce usted? - preguntó el agente dirigiéndose a mi.
- Es que la estoy probando porque quizás se la compre.
- ¿Me permite la licencia de conducción, por favor?
- Ehm, sí, aquí la tengo...
- Pero ésta sólo es válida en su país de origen, amigo.
- Sí, lo siento agente, tengo el permiso de conducción internacional, pero me lo dejé en el hostel donde me alojo. Está a 2 cuadras de aquí, si quiere se la traigo en un momento...
- Está bien, no hace falta, pero la próxima vez no conduzca sin ella ¿entendido?
- Si Sr. agente, entendido, gracias.

Pudimos continuar, pero yo ya tenía el susto encima mezclado con la resaca. Menos mal que aquí no deben de tener alcoholímetros portátiles, que si no a saber...
Le dije a Bruno que la moto iba muy bien y que se la compraba, así que quedamos para el martes para realizar el pago en un Cartorio.

Las siguientes horas las pasé durmiendo hasta el mediodía. Quedé en ir a Ipanema con Suso y Estela a pegarnos unos baños, que hoy hacía muy buen tiempo. Allí estuvimos descansando y tomando el sol, hasta que Suso dijo que se piraba a ver a los Black Sabbath, que tocaban esa tarde en el sambódromo de Río. Decliné acompañarle; el precio de la entrada era bastante caro y además no estaba yo para conciertos jevis por mucho Paranoid o Iron Man que sonara. En lugar de eso, Estela y yo regresamos paseando desde Ipanema hacia el hostel. Al pasar por la playa de Copacabana, observamos que hoy se organizaba allí un desfile similar al día del Orgullo Gay. Un montón de autobuses descapotables con personas ataviadas con todo tipo de prendas, digamos de corte femenino, abarrotaban los primeros 2 km de playa, al son de música electrónica variada. En un momento dado, ocurrió un incidente: íbamos paseando observando el ambiente y algunos especímenes de personas estrambóticas que allí se daban cita cuando un chaval pasa a nuestro lado corriendo como un poseso. Tras él una chica algo histérica gritando "ladrón, ladróoon!!" Acto seguido, como si fuera la final de los 100 metros lisos de las próximas olimpiadas, 6 o 7 negros musculosos salieron a la velocidad del rayo detrás del ratero. El que fueran ataviados con tanga, zapatos de tacón y alguno hasta un tutú puso la nota cómica al suceso.
Al final de toda la comitiva, no pude dejar de fijarme en un par de tipos apostados en una esquina con carteles homófobos en portugués, algunos tan explícitos como aquel que decía "Sois basura y vais a ir al Infierno".





No hay comentarios:

Publicar un comentario